Biden y el 113°


Todo lo que hoy gira en torno a Joe Biden es trascendental. No solo por el cargo que representa y la influencia que su república suele ejercer sobre las nuestras, sino también por la resonancia que evoca el recuerdo de cómo los “búfalos” de Trump influyeron, por ejemplo, en Brasil. Sin embargo, más allá de ese insano recuerdo, es crucial reflexionar sobre los motivos que han llevado a Biden a recorrer su posible última milla política.

La aplicación de la Enmienda 25 de la Constitución de Estados Unidos, que permite apartar al presidente por incapacidad para ejercer sus deberes, nos resulta muy familiar en estas latitudes. Aunque la Enmienda 25 y nuestro artículo constitucional 113 difieren en muchos aspectos, comparten una finalidad: proteger la institucionalidad de la presidencia.

La incapacidad física o moral permanente se convirtió en moneda de cambio en los últimos años, inclinando el destino a favor de unos y en detrimento de otros. Justamente por eso, el sentido de la muerte cruzada. Y, como ella, tantas otras reformas constitucionales que debieron haber sido parte de la agenda de este actual Congreso; reformas enfocadas en fortalecer el sistema electoral, el equilibrio de poderes y la participación ciudadana. Muy por el contrario, el enfoque de estos congresistas fue -y es- mantener el control y alejar cualquier posibilidad de pérdida de poder. Para ello basta ver cómo enterraron las PASO.

El poder por el poder, en nuestros palacios, va mucho más allá de ser un fin en sí mismo. El poder les atrae, pero sobre todo les sirve. Les sirve para generar esa fuente de ingresos, ilegales pero abundantes, que cínicamente niegan mientras repiten la cantaleta del servicio público y el amor al país.

Pero, volviendo a tierras del tío Sam, si efectivamente Biden ha perdido las facultades necesarias para ejercer el cargo, lo más probable es que sean sus últimos días en la Casa Blanca. Stay tune!

Columna publicada en Diario Perú21

Derechos de imagen: Diario Perú21

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